
Cuando era chico yo estaba convencido de que las mujeres, por una cuestión natural del género, nacían, vivían y morían sin pelos en el cuerpo, del mismo modo que el león porta una larga melena y su felina pareja no. O sea, que las chicas eran físicamente siempre lampiñas como bebés.
Esta fantasía me duró hasta una tarde, cuando al querer comer un tostado en un bar escuché la conversación de cuatro damas que estaban en la mesa de al lado. Las señoritas envidiaban a las francesas, inglesas, españolas, y brasileras, por animarse a lucir sus penachos debajo de los brazos sin pudor alguno, y se quejaban del tiempo que perdían luchando contra el crecimiento irrespetuoso de pelos sobre los labios, en las axilas, piernas y en recovecos y lugares insólitos, y discutían sobre si era mejor la rasuradora eléctrica que la maquinita de afeitar, o si era preferible hacerse aplicar el láser touch en lugar de seguir gastando dinero en cremas o calentando tachitos con olor a lacre, o utilizar jaleas, o aparatos electricos de fácil manejo, todo en la aparente lucha femenina por no terminar pareciéndose a Alf.
El mozo que las atendía, bastante bruto el hombre, agregó sin que lo pidan, que la mejor depilación la hacía la quimioterapia. Luego de insultarlo se pararon y se fueron asegurando que iban a rebelarse de la opresión del contexto social y la moda vernácula. De pronto pensé que de cumplir su ilusoria subversión, iban a terminar peludas como el tío Cosa de Los Locos Adams.
A mi otro costado, en otra mesa, había un par de tipos hablando de política. Yo me dije, qué suerte, lo de ellas no nos pasa a nosotros. De pronto, el más maduro derramó un par de lágrimas recordando la poca delicadeza de la depiladora que acababa de atenderlo. Según parece era una chica inexperta que con un palito de naranjo embebido en cera caliente le había arrancado el vello de la nariz y de las orejas de un tirón. Casi llorando recordó el viejo chiste que cuenta que el pelo más largo del cuerpo es el de la nariz porque cuando te lo tiran de golpe se te contrae hasta el intestino grueso. Su interlocutor en cambio le contaba que su hijo pertenece a las llamadas tribus o bandas urbanas, jóvenes que se han bautizado como Los Alternativos, copian un poco de cada grupo pero una de sus particularidades es la depilación total de las cejas ( en su reemplazo las pintan con formas variadas o se hacen tatuajes). Pero mi sorpresa fue mayor cuando nuevamente el mismo mozo entrometido les confesó que él se depilaba las zonas erógenas a pedido de su esposa, porque ella confesaba que al mirarlo desnudo con su pelo natural, recordaba involuntariamente la cara de su psicoanalista judío.
En lo que a mi respecta he tenido una novia que se afeitaba a diario para disimular una envidiable barba candado que tenía desde la pubertad. De hecho el padre, que era tornero mecánico, afilaba sus herramientas en la pantorrilla de la joven. Yo recuerdo que al conocerla le pregunté: “ che Hilda, a vos tu mamá te parió o te tejió?”.
Pero con el tiempo entendí que todo este rechazo es producto de una imposición cultural en retirada.
Convencido de que todo esto me disponía por fin a comer mi tostado cuando pude observar claramente que del jamón cocido surgía un largo y sinuoso pelo canoso, cuyo propietario seguramente sería el cocinero. Me dije, alguien tiene que iniciar esta resistencia a la propuesta del “Yo ideal lampiño”, y pues, lo saqué con la punta de los dedos y me comí el sandwich sin chistar.
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