martes, 23 de diciembre de 2008

Papá Noel no es mago


Mi amigo Mario, que es de hacer estas preguntas, me sorprendió con un interrogante: si este 24 de diciembre volvieras a ser niño: ¿qué le pedirías a Papá Noel?

Le respondí de inmediato que me es imposible, (dado que como decía Bonavena, la experiencia es el peine que te llega cuando ya te quedaste calvo) hacer una lista de pedidos infantiles a don Santa. O pensarme chico.

Así que en mi lista adulta de mangazos arrancaría por solicitarle, no que me regale algo a mí directamente, si no que obsequie algunos milagritos a mis semejantes.

A saber, que los argentinos reciban el don de la puntualidad, pues he perdido la mayor parte de mi vida (desde la niñez) esperando a la gente que tenía que aparecer en el horario convenido y no estaba.

Que los habitantes de esta city se vuelvan respetuosos de su lugar en la fila del colectivo, del banco, de la municipalidad, del hospital, del cine, que abandonemos esa terca vocación por colarnos y pasar primeros que los que llegaron antes.

Que, ya que el hombre lo que más produce desde que nace hasta que se muere, es basura, los ciudadanos de esta urbe intenten (sin tener que imitar a Manu Ginobili) apuntar y tirar sus deshechos en los cestos, así no nos pasaremos la vida hablando de lo limpia que es cualquier capital del mundo, menos Buenos Aires.

Que los funcionarios políticos y judiciales (que van a todos lados con custodia) dejen de ver a los “chorros” que roban, violan y matan sin piedad, como pobres víctimas del capitalismo salvaje, y los metan en cana de una buena vez. Yo también leí a Marx, y les aseguro que hay una infinita diferencia entre Alfredo Palacios y el “Kitu”.

Y si es por pedir sigamos. Que los mendocinos bajen cuatro cambios su nivel de agresividad al volante, y su arrogancia generalizada en la calle, blandiendo siempre esa estirpe de europeos exiliados, según el decir irónico de Borges. Que los jóvenes no se tomen hasta el agua de los jarrones cada fin de semana, y que sus padres no los defiendan como el abuelito a Heidi cuando la policía les muestra el límite que ellos no se animaron a ponerles.

Que las tapas de muchas revistas dejen de exhibir colas femeninas desnudas y amenazantes en primer plano, que son una pedrada en el centro del período de latencia de los niños que las observan de paso.

En fin, mejor paro, ya sé lo que me va a decir Mario cuando le cuente:: que el gordito de la barba blanca y el traje rojo no es Mandrake, que me equivoqué de personaje, que para fantasías locas ya se me pasó la hora.

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