jueves, 15 de enero de 2009

¡Cortate ese flequillo!


El 2008 fue el año de las tribus urbanas. No porque no existieran antes, si no porque trascendieron por el enfrentamiento entre algunas de ellas.

Entonces, mirando noticieros, nos asombramos ante las imágenes desalineadas de Emos, Pokemones, Góticos, Hip Hoperos, Otakus, Regaaetoneros, Rastas, Veganos,  etc.

Yo los miraba y pensaba: “¿Cómo puede ser...que el peluquero de estos chicos todavía esté libre? 

Pero otra gente, que usa el cerebro mejor que yo, asegura que esta proliferación de grupos de distinto tipo se debe a la falta de identidad y de ideales que promueve la sociedad consumista, que lleva a que emerjan estas culturas juveniles como mecanismo de defensa. Versiones más clásicas afirman que el adolescente siempre fue rebelde y eso se debe al simple hecho de tener que crecer, abandonar el universo de absolutos que le dibujó la educación, y encontrarse con el mundo de las realidades. 

Si, ya sufrió cataclismos peores y los superó, como nacer, empezar a caminar,  tener que dejar el pañal y  sentarse en un inodoro gigante, escribir la primera letra, pero nadie le hace ver que si pudo sobrevivir a eso, lo que viene es moco de pavo. 

Esta es una de las razones para que la lucha de lo instituido con lo instituyente siempre exista. Hasta los acicalados Beatles impusieron unos flequillos similares a los de los Floggers, que John y Paul  bautizaban como estar peinados a lo Julio César. Los que se vestían como Elvis, los fanáticos de los Stones con su lengua afuera en las camisetas, los Hippies que se oponían a la guerra en Vietnam, los violentos Skin Heads, los metaleros, los Punks, y demás comunidades, todas se rajaban creativamente del contexto y del proceso inevitable de socialización.

Claro, los que hoy pisan los sesenta, los andropáusicos, ven cierta trivialidad en estas congregaciones pendex, pues recuerdan que en el Río de la Plata también formamos agrupaciones, no tan “lights”, como las del Movimiento Tacuara, los Montoneros, el E.R.P., las F.A.R., los Tupamaros, y otros del estilo, que hacían algo más que ocupar La Sorbona, como canta Ismael Serrano, en “Papá Cuéntame Otra Vez”.

Yo no inventaría una tribu urbana. En ese sentido, mi abuelo me castró lacónicamente cuando me dijo: “Luisito, en la juventud hay algo en común, es esa resistencia al cúmulo de normatividades que les requiere la madurez, pero en esta ciudad, te digo,  se es marxista hasta los 25, socialista  hasta los 45, y capitalista y liberal en lo que te queda de vida adulta”. ¿Será verdad?

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