
La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo asegura que las mujeres afrontan más riesgos que los hombres en sus labores. Y afirma que ellas sufren más estrés que los varones, sobre todo por el acoso sexual, la discriminación en general, y la incorporación a roles o empleos con grandes exigencias emocionales.
¿Será cierto?
Lo del acoso sexual de algún jefe es común, y propio de esos tipos infames que desconocen que la Asamblea de 1813 ya abolió la esclavitud. Pero también son efectos típicos del tedio existencial de las oficinas: la adulonería sexual, el chiste intencionado, el piropo obsceno, la insinuación procaz, la palmada indebida, todas condenables actitudes machistas, y es una verdad absoluta que algunas minas (las que están buenas) son siempre las víctimas de la grosería sensual o la persecución erótica.
Los trastornos músculo-esqueléticos de cuello y extremidades que declaran afectarlas en el ámbito laboral también son reales, porque hay algo común que une a varias directoras de colegio, recepcionistas, redactoras, secretarias, asistentes, y es que no levantan la cola del asiento durante horas a menos que suene una alarma de bombardeo nuclear en el edificio, o que tengan muchas ganas de hacer pipi.
También es verdadero que las chicas (y las grandes) padecen la terrible tensión que provoca el puesto más insalubre: la atención de público. El gremio femenino está destinado (o predestinado) por los empleadores a la recepción de consultas, o a la venta detrás del mostrador, lo que las convierte en blanco de la violencia o frustración de muchas personas, cuando no en la escucha atenta de historias de vida descargadas de manera instantánea por seres que así esquivan la necesidad que tienen de ir al psicólogo.
¿Entonces la conclusión a la que deberíamos llegar, con o sin esa agencia europea, es que ellas estaban mejor cuando se dedicaban exclusivamente a las tareas del hogar, y solo salían de la cocina para esperar que se seque el piso?
No lo sé. Pero lo que sí sé es que amas de casa o profesionales, a las mujeres permanentemente les duele algo. Desde la punta del cabello que se les quemó por la tintura hasta el dedo gordo del pie que se les hinchó por el zapato, viven quejándose de cefaleas constantes, constipaciones, irritaciones, inflamaciones, osteoporosis, dermatitis, alergias diversas, problemas de tiroides, y demás.
Gastan la cartilla de la obra social conociéndose a todos los profesionales, más los terapeutas alternativos y los curanderos famosos, y si llega ese milagroso día en el que por fin se sienten bien…. seguro que se les enferma la madre, la hija, la perra, la tortuga (todas del mismo género) o te anticipan que les está por venir el período y con él, los dolores menstruales.
Pero cuando se sienten muy mal lloran, y ahí descubrimos que sus lágrimas son la fuera hidráulica más poderosa que se conoce. ¿O me equivoco?
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