jueves, 12 de junio de 2008

Hablemos de la TV


Dijo un humorista que el sofá se creó para que todo ciudadano se siente a consumir y contemplar sus posesiones. Y quizás para que ninguna idea revolucionaria le hiciera chispas en su mente, otro inventor le puso un televisor delante. Desde entonces, la relación sofá-televisor siempre produce efectos interesantes, por ejemplo: que haya gente que escuche atenta las críticas cinematográficas del Bambino Veira, o que públicos enormes se pasen horas viendo cómo un grupo de personas mediocres opinan sandeces desde su encierro en una casa imaginaria, o que ansiemos morbosamente que un travesti desafine al cantar y se tire de las mechas con un miembro del jurado que lo descalifica, mientras asistimos a las supuestas guerras de camarín entre cuerpos femeninos saturados de erotismo.

También llevamos de boca en boca los temas que la agenda de los noticieros nos proponen, porque eso es lo que debemos saber antes de salir de casa, y hasta somos capaces de sentir que al cambiar de canal o apagar la tele, lo que ya no vemos deja de existir, como cuando teníamos cinco años de edad.

Sobre el porqué se han escrito muchos libros definiendo a la tevé como la caja boba, el chicle para el ojo, un masaje para el cerebro, y hasta como objeto transicional del adulto, al que le devuelve cierta seguridad ontológica ante el caos externo.

Otros autores nos califican de “homo-videns”, transformación del “homo-sapiens” después de ver el concurso para escalar un palo enjabonado con el fin de ganarse un juego de living.

Pero la televisión es algo más complejo aún, es la difícil articulación de publicidad (recursos), contenidos, tecnología y contexto social, todo eso monitoreado por un software que mide el rating minuto a minuto.

Y todo eso, además, para lograr que se entre-tengan millones de albañiles, amas de casa, mecánicos, dentistas, economistas, cartoneros, obstetras, filósofos, que tal vez estén deprimidos, algo frustrados por el sistema que los contiene, y supliquen por tres horas para no pensar en nada.

Sintetizando, McLuhan escribió: el medio es el mensaje. Y Enrique Lynch completó: “la televisión es el espejo del reino”. Me quedo con estas dos frases. Les sugiero olvidar todas las demás.

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