
Ayer, mientras tomaba mate con mi tía Fidelina, ella me sorprendió con una pregunta: “¿por qué los amigos duran más que las parejas?”.
Haciéndome el erudito contesté: “eso, tía, es como mezclar acero y caramelos”. Ante lo cual ella, que es memoriosa, se acordó que ésa era la frase de un viejo ministro, y me dijo que yo no le estaba respondiendo nada.
Inmediatamente aclaré: “creo que la amistad y el amor de pareja tienen algo en común, y es que ambos sirven para hacernos soportable nuestro terrible vacío existencial”.
Allí fue cuando Fidelina me confesó que a ella el vacío le gustaba jugoso, pero que desde hacía tres años se había vuelto vegetariana porque le faltaban muchos dientes. Y me reclamó otros argumentos.
Entonces volví a la carga: “lo que quise decir es que ese nuevo amor que tanto idealizamos, es el monumento de una presencia que testimonia una ausencia”, y me quedé callado, mirándola fijo.
Ella dio un largo sorbo a la bombilla y luego de unos segundos señaló: “Ausencia, es el título de un lindo bolero, pero sigo sin entender”.
Ahí, tragué mi bizcocho y continué: “intento decir, tía, que amigos, amores, tienen algo en común, nos ayudan a olvidar la muerte”.
Pero a ella esto no le bastó, pues Fidelina piensa que estar muerto es como dormir la siesta, solo que uno no se levanta para hacer pis. Así que tuve que pensar cómo definir lo que para mi es la diferencia fundamental entre el sentimiento de pareja y el de amistad. Y apelé a una frase famosa: “amar es dar lo que no se tiene a alguien que no es”.
Y antes que me criticara el trabalenguas le aclaré que en el amor la otra ve en mi algo que no tengo pero ella necesita creer que sí, y yo veo en ella lo que no es y para peor, le exijo que sea.
Por eso la pareja es una ilusión de tiempo exiguo. En cambio entre amigos eso no sucede. En la amistad no hay tantos fantasmas mediando, al contrario, un amigo es como un hermano, con la ventaja de que no hay peleas por conquistar el amor absoluto de una madre.
Mi tía me corrigió asegurándome que también entre amigas hay envidia y competencia, y que a ella le da celos que una le cuente secretos a otra y a ella no. Pero reconoció que al no haber convivencia uno nunca se entera que el otro va al baño con la puerta abierta y toma yogurt del pico de la botella.
Y yo agregué, que en el amor hay juegos de poder, y el sexo es una moneda de cuenta: si él no cumple con lo que ella desea, a la noche a ella le duele la cabeza, y si ella no se ajusta a los requerimientos de él, el tipo ni le da el beso de los buenos días.
Ahí fue cuando Fidelina me reveló que pensaba casarse con Don Saturnino, su amigo de toda la vida, y que tenía miedo de arrepentirse luego. “¡ Fidelina, dale para adelante, ya no te queda tiempo para eso!” le apunté para animarla, y le hice ver que para ella, ahora, el 20 de julio iba a ser el día de San Valentín. Y me nombró su padrino de bodas.
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