lunes, 2 de marzo de 2009

Cada cancion tiene su novia


Dicen que a los hombres nos subyuga una mujer por lo que percibimos de ella con la mirada,  y que las mujeres se enamoran a través del oído, por lo que escuchan. Por eso muchos tipos les regalan a su incipiente amada (o ellas solitas asocian al vínculo), una canción de amor que le imprima un sello o identidad a ese encuentro. También hay temas románticos para acompañar las separaciones, aunque no es a eso a lo que nos referimos ahora.

Pero si de amor se trata, la letra y la música que les ablande el tímpano a ellas depende de la edad y el extracto social y cultural de cada muchacha.

Mi nona de 96 pirulos, continuamente cuenta que el abuelo la conquistó tocando al piano el vals Lágrimas y Sonrisas. Mi tía de 73,  es de las que le tiraban el culote a Sandro cuando actuaba. A ella con ROSA ROSA la tenías rendida a tus pies.  Mi madre en cambio prefería a Charles Aznavour en De Quererte Así.

 Pero vayamos a mi historieta sentimental, con la que no podría llenar una discoteca pero si, al menos, un pequeño soporte para casetes.  Tuve una primera novia tele-adicta, a la que solo emocionaban las cortinas de culebrones como la que cantaba Valeria Lynch en La Extraña Dama. 

En cambio para conmover a mi  pareja de la adolescencia, la activista política, a la que solo encontraba en manifestaciones y movilizaciones, debía desempolvar discos de Ollantay, Quilapayún, Silvio Rodriguez y Pablo Milanés.  Cansado de tanta guitarra acústica y puño en alto, me busqué una mina pachanguera. A esta la contentaba con Rodrigo, y la hacía emocionar con La Ventanita, cantada en vivo por Daniel Agostini y el Grupo Sombras. Enchastrado de tanta felicidad la cambié por quien fue luego  mi primera esposa, que era amante de la ópera y del canto lírico, así que la sorprendía cada tanto con grabaciones de Pavarotti, Carreras, Plácido Domingo,  y hasta una versión antigua de Corazón Ingrato por Tito Skipa.

No conviene regalarles discos del Puma Rodriguez, Luis Miguel, Arjona, porque si los hacen sonar en momentos de intimidad, nos besan a nosotros pero piensan en ellos.

En fin, debo reconocer que gracias a las mujeres adquirí una variada cultura musical, y siempre obsequié canciones, hasta el día en que me enamoré de Sonia, que estudiaba plomería, y que se quedó sorda cuando le explotó un calefón a metros de la oreja. Desde entonces, a alguna otra novia posterior y a mi esposa actual, le obsequio novelas. Cualquiera,  menos el Kama Sutra, porque tiene muchos dibujitos y poco argumento.
 

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