
miércoles, 22 de julio de 2009
La mujer fantasma

Un matutino publicó una estadística: los divorciados vuelven a reincidir en el casorio, y la mayoría son varones.
El hombre, como el perro, sueña dormir enrollado delante del hogar encendido, y dado que su llegada a este mundo fue dentro de una mujer, con la que después estuvo frente a frente (o boca a teta), nada más cercano al macho terráqueo que seguir buscando el ilusorio “no registro de carencia” en lo femenino.
Claro que no todos los que probaron el divorcio vuelven al cepo. Muchos retornan a la más tierna adolescencia, en la que se refugian y no vuelven a salir jamás. Otros intentan crecer en esos momentos de soledad difícil pero fecunda, que lo permite. Y por último están los que gustan tropezar otra vez con la misma piedra, y hasta perfeccionan la repetición para chocarse mejor.
Lo cierto es que las científicas estadísticas y las matronas de barrio coinciden en que el hombre se separa por falta de tolerancia y se vuelve a casar rápido por falta de memoria.
Quena, en cambio, afirma que un tipo que reincide en el matrimonio a poco de haberse divorciado es “el hombre upa”. Preguntémonos entonces, ¿ “a upa”de quién?.
Digamos que el varón que se ha quedado solo y no lo soporta va a buscar desesperadamente, aunque no lo confiese, un nuevo vínculo. Esa elección de objeto de amor puede adoptar dos vertientes: una es la de apuntalamiento, es decir, la búsqueda repetida de la madre nutricia, con lo cual saltará a los brazos de aquella primera que porte un rasgo parecido a su querida mamá.
La otra opción es la indagación narcisista, es decir, le atraerá alguien que sea fiel reflejo de lo que él es, fue, o cree que podría llegar a ser. Pero en este ideal del yo perseguido, no está exenta la voz que lo construyó, que no es la del muchacho, si no la de su gran Otro, o mejor dicho, gran Otra, si, de nuevo, mamá.
En síntesis, nosotros, lo mismo que Superman y el Chapulín Colorado, pasando por Obama, Bart Simpsons y Minguito, pertenecemos todos a la raza del hombre-upa, y todo el que diga lo contrario no practica el “conócete a ti mismo” que pregonaban los antiguos griegos.
Ahora bien, volvamos a la pregunta: ¿A upa de quién?.
A upa, justamente, de la mujer fantasma, la que nos permite identificaciones imaginarias y nos devuelve la paz, la que olvidamos en nuestro seno, por un rato.
El problema en cambio, les queda a ellas que, o aceptan jugar a lo que no son, o se quedan solas, y cuando digo solas, digo solas para siempre.
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