miércoles, 6 de agosto de 2008
Ellas quieren un chongo
Una encuesta realizada en los Estados Unidos y publicada en la revista "New Scientist", parece haber confirmado científicamente lo que ellas ya sabían: que a las mujeres las seducen mucho los “hombres malos” (léase: narcisistas, manipuladores, egocéntricos, desprejuiciados y muy activos sexualmente). O sea, en otras palabras, las atraen los llamados “sex-toys”, los “chongos”, los rudos y sensuales, que jamás presidirían una mesa tipo Los Campanelli y que tarde o temprano las dejarían por otra.
En definitiva, lo que muestra la película Indifelidad, en la que Diane Lane le mete los cuernos a su buenazo marido Richard Gere, acostándose con el cancherito francés Olivier Martinez.
“¡ Ay, ay, estas minas…!” murmurará resignado algún noble macho. Pero vayamos al punto para preguntarnos : ¿ellas son masoquistas, se volvieron locas, qué les pasa?.
Nada que ver. Perdonen mi recurrencia. Ya herr profesor Don Segismundo escribió en 1912 que, según parece, la vida amorosa de los neuróticos (todos nosotros) es posible solo a partir de cierta degradación de la imagen del partenaire. Y primero se dio cuenta de este problema a través de sus pacientes hombres que padecían de impotencia sexual psíquica. Así es, parece que al doctor Freud muchos varones cultos le contaban que no les funcionaba el instrumento con sus esposas, las mujeres buenas, y sí con una prostituta, o con una “loca”.
Pero también, luego, algunas damas muy dignas le confesaron que se sentían frígidas compartiendo la cama con sus maridos, mientras que se encendían ardorosamente en el lecho de sus amantes, todo esto potenciado por el placer de mantener estas circunstancias en secreto.
Ahora bien, dado que en el deseo carnal y el cariño tierno no siempre conviven en el mismo sentimiento, lo que dedujo, con toda humildad, el genio de la barba y de la pipa, es que, al ser mamá y papá y otros parientes sanguíneos , los primeros objetos de amor externos que tenemos, puede suceder que esas personas nuevas que hoy conocemos y se nos presentan ante nuestros ojos como celestiales e inmaculadas nos inhiban la pasión, como una simple defensa inconciente ante la posibilidad de lo incestuoso.
¿Complicado? No, sencillo: mi abuela me crió para que sea afectuoso, educado, generoso, amable, caballero,… y cuando ellas conocen alguien así lo tratan como a un hermano.
Contradicción interesante la de los seres hablantes, entonces, que los animales, acuciados por el instinto, jamás sufrirían.
Pero aclaremos algo: la susodicha investigación fue realizada entre gente de 21 años de nivel universitario.
Gracias a Dios, después de esa edad algunos crecemos, y fruto de varias separaciones y naufragios afectivos, encontramos a ese otro/a que nos permite establecer un vínculo real, mediado no solo por las pulsiones, sino también por la confianza, palabra que pasó de moda y sin embargo, sigue siendo insustituible.
En definitiva, lo que muestra la película Indifelidad, en la que Diane Lane le mete los cuernos a su buenazo marido Richard Gere, acostándose con el cancherito francés Olivier Martinez.
“¡ Ay, ay, estas minas…!” murmurará resignado algún noble macho. Pero vayamos al punto para preguntarnos : ¿ellas son masoquistas, se volvieron locas, qué les pasa?.
Nada que ver. Perdonen mi recurrencia. Ya herr profesor Don Segismundo escribió en 1912 que, según parece, la vida amorosa de los neuróticos (todos nosotros) es posible solo a partir de cierta degradación de la imagen del partenaire. Y primero se dio cuenta de este problema a través de sus pacientes hombres que padecían de impotencia sexual psíquica. Así es, parece que al doctor Freud muchos varones cultos le contaban que no les funcionaba el instrumento con sus esposas, las mujeres buenas, y sí con una prostituta, o con una “loca”.
Pero también, luego, algunas damas muy dignas le confesaron que se sentían frígidas compartiendo la cama con sus maridos, mientras que se encendían ardorosamente en el lecho de sus amantes, todo esto potenciado por el placer de mantener estas circunstancias en secreto.
Ahora bien, dado que en el deseo carnal y el cariño tierno no siempre conviven en el mismo sentimiento, lo que dedujo, con toda humildad, el genio de la barba y de la pipa, es que, al ser mamá y papá y otros parientes sanguíneos , los primeros objetos de amor externos que tenemos, puede suceder que esas personas nuevas que hoy conocemos y se nos presentan ante nuestros ojos como celestiales e inmaculadas nos inhiban la pasión, como una simple defensa inconciente ante la posibilidad de lo incestuoso.
¿Complicado? No, sencillo: mi abuela me crió para que sea afectuoso, educado, generoso, amable, caballero,… y cuando ellas conocen alguien así lo tratan como a un hermano.
Contradicción interesante la de los seres hablantes, entonces, que los animales, acuciados por el instinto, jamás sufrirían.
Pero aclaremos algo: la susodicha investigación fue realizada entre gente de 21 años de nivel universitario.
Gracias a Dios, después de esa edad algunos crecemos, y fruto de varias separaciones y naufragios afectivos, encontramos a ese otro/a que nos permite establecer un vínculo real, mediado no solo por las pulsiones, sino también por la confianza, palabra que pasó de moda y sin embargo, sigue siendo insustituible.
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