miércoles, 5 de agosto de 2009

Acoso sexual o groserías en el trabajo

“La indemnizan porque el jefe hablaba de sus pechos grandes” dice el título de la nota de Clarín del jueves 9 de julio pasado, y luego en la misma página se explica que una línea aérea deberá indemnizar a una ex empleada con más de 30 mil pesos por daño moral, ya que se probó que su jefe aludía constantemente en público al tamaño de sus pechos y caderas. Según trascendió a través del fallo de la justicia laboral, el capo en cuestión formulaba habitualmente comentarios a otros compañeros sobre el busto de la laburante, y sobre otras “redondeles” de su cuerpo, y a ella misma, in situ.

Chupáte esa mandarina, ¿le habrá llegado la hora final a los desubicados y pajeros?
Lo dudo, pero como precedente sirve. ¿Precedente de qué? De lo que tienen que soportar las minas en los lugares de trabajo, de parte de muchos tipos. ¿Quieren que le defina la palabra “desubicado”?.

Mejor un mal ejemplo que una buena definición
Los nombres son ficticios, la realidad es la de casi todos los ámbitos.

Durante un recreo en un call-center, Eugenio, un supervisor, le apoya su mano en el hombro a una telefonista y le pregunta en broma: “¿sabés cómo hacen el amor los marcianos?”. La chica, esperando inocentemente el final del chiste, contesta que no. Entonces él, sonriente, le señala su mano apoyada en el hombro de ella y culmina la chanza: “así, ¿ves?,... ahora estamos curtiendo”.

Fabián, un abogado cuarentón, gordo y canoso, asesor fijo en la sección legales de una importante empresa de telefonía celular, cada vez que una asistente le entrega un expediente, le alcanza una lapicera o le consigue una comunicación, la mira fijo, baboso, lisonjero, y le lanza un “vos sos el amor de mi vida" en el mejor de los casos, o directamente, "¡qué lindas tetas tenés, mamita!". Suele pedir que le practiquen sexo oral como forma de agresión, a viva voz, a aquella muchacha que no esté de acuerdo con sus opiniones. Las subordinadas, con una mueca incómoda le hacen ver su desubicación, pero tratan de no reaccionar con violencia, y de mantener el clima de trabajo dentro de cierta cordialidad para que no se les vuelva insoportable, lo cual ocurriría si le dijeran lo que piensan cada vez que él las observa como Alien 4 a sus próximas víctimas de la nave espacial.

Gustavo y Jorge de la sección Sistemas, se pasan todas las tardes riéndose junto a los técnicos del mismo equipo, descubriendo páginas pornográficas en Internet, que quieren compartir con las compañeras de la empresa que pasan por el piso donde ellos trabajan, y aquella que no se divierte en sus chistes es marginada, hostigada, o molestada por el grupo de varones. Se vuelve conflictiva. No es “de la familia”. La tildan de “agreta”. Vittorio, el jovato paciente del centro de kinesiología, al pagarle la visita a la profesional intenta meterle el dinero por el escote y la invita a salir, la mujer lo rechaza y él le muestra sus anillos y le dice “cuál querés para salir conmigo”. Cuando ella se queja ante su superior, éste le habla del juramento hipocrático.

Edgardo, jefe de cátedra universitario se encuentra accidentalmente con una discípula en el colectivo, ella le comenta que quisiera dar la materia que él enseña en un examen como alumna libre, no regular, él le asegura que eso sería un suicidio, la joven entonces se dispone a leerle el programa de la materia y él la sorprende: “¿con unos ojos tan hermosos necesitás lentes?”. Ella decide no anotarse en esa asignatura y pasarse de carrera.

Carlos, a diez kilómetros de allí, tiene una fábrica de bolsas de polietileno, y a sus obreras siempre les dice que las espera bañadito, y si anda de ánimo les pellizca el trasero cada vez que gana Boca.

Muchas veces las mujeres tienen que soportar ambientes hostiles de trabajo por reaccionar con enojo ante un "sinior" pegajoso como Ricardo, que a toda costa les quiere masajear la espalda para que se distiendan en la fábrica, o el capataz Adrián, que le elogia el culo hasta a su propia sobrina, vendedora de la panadería del barrio, no con ánimo precisamente de regalarle una pollera. Julio trabaja en la sucursal Caseros de un banco cooperativo, cuando llama a la casa central de la entidad, siempre le pregunta a Sabrina, empleada de menor rango, ¿cuándo salimos a tomar algo?; ella le contesta que tal vez algún día pero por ahora no, porque teme que al negarse rotundamente con un córtala, estúpido, esa reacción le traiga problemas futuros en esa empresa donde solo ascienden los hombres.

¿Si querés laburar …bancate a los tarados?

¿El mandato del mundo masculino laboral es: “deberás ganarte tu lugar en la vida con el sudor del acoso o la grosería gratuita? Y ahí nos sobreviene otra pregunta: ¿todos los hombres están convencidos de que las mujeres disfrutan íntimamente con las barbaridades, lisonjerías baratas o acosos que estos les lanzan en la cara porque no reaccionan mal, presuponiendo entonces que sus barbaridades continuas las hace sentir deseadas?

Y no me estoy refiriendo al común “para conseguir el empleo, el papel en ese programa de televisión, el ascenso en la gerencia, la aprobación de la materia o el retiro voluntario... tenés que acostarte conmigo” sino a situaciones mucho más comunes y cotidianas.

A menudo las mujeres escuchan chistes pecaminosos personalizados por el solo hecho de pedir que les faciliten una herramienta de trabajo, y en algunos casos, manoseos, arrinconamientos juguetones, invitaciones “en broma” llenas de adulonería sexual, y ellas lo aceptan como un mal necesario por tener que compartir el ámbito laboral con hombres. Son los famosos "piroposlancesgroseros" de cada día.

Ustedes dirán, “si hasta fueron violadas las monjitas destinadas a misiones en el Africa, y centenares de mujeres oficiales de la marina americana que combatieron en la Guerra del Golfo, al arribar a América acusaron a sus jefes de abuso sexual, ¿qué pólvora pretende descubrir este tipo?”

Ninguna pólvora, simplemente invitarnos a reflexionar a todos y especialmente a nuestros legisladores, que cajonearon un proyecto de ley sobre el tema.

¿Por qué no te callas?
Si, desde que nacemos, uno de los primeros indicios que nos diferencian de los animales radica en nuestra capacidad de simbolizar, codificar lo que sentimos y transformarlo en un lenguaje. Y ese lenguaje es complejo no solo por su diversidad de contenido y significado expreso, sino también por el latente. Hay un agujero entre lo inconciente y lo simbólico, pero de alguna manera, lo real del cuerpo siempre insiste.

El mismísimo “her profesor”, don Sigmund, se interesó por el chiste y su relación con el inconsciente, dándole al doble sentido igual importancia que a los sueños, como camino directo hacia las zonas ocultas de la mente. En las proposiciones íntimas humorísticas y personalizadas hechas a través del “doble sentido” y repito, “en broma”, se presentan ciertos mecanismos básicos como la condensación de un alto contenido sexual y agresivo, con cierta transferencia de energía, valor o afecto en un desplazamiento aparente del objeto de deseo a través de una representación simbólica que lo disimula.

El contenido latente del chiste obsceno que dispara una invitación erótica dirigida a alguien, no es sino la búsqueda indirecta de la satisfacción de un deseo primario a través de un artificio humorístico del lenguaje soez, que sin embargo lo vuelve aceptable para la conciencia moral por la cobertura solapada del humor. Y aunque el lenguaje produce formaciones reveladoras de un deseo, cualquier elaboración secundaria o interpretación concreta del chiste obsceno que les fue dedicado, a veces es rechazada automáticamente por las mujeres, que desarrollando una censura maniquea se niegan a aceptar que ese amigo o primo o cuñado o tío refleje en el chiste o en la insinuación risueña, deseos inaceptables e inconfesables que no le interesa ocultar permanentemente. Si hasta una publicidad de agua saborizada nos muestra con indulgencia como un boludo distribuye morcillas recién asadas repartiendo sandeces entre cada comensal cuando se las coloca en el plato, …menos a su hija, y ese menos, dejemos que lo interprete Freud, tan afecto a los mitos griegos.

Pero en el laburo, la cosa tiene otro color. El humor de ese compañero de trabajo o jefe o cliente o proveedor importante o del esposo de la empleadora, tiene la particularidad de que se refiere a él mismo, pero para entenderlo debemos darnos cuenta que este “él” está “dividido”. Su fantasía ya deja de ser inconsciente y se revela en el chiste personalizado: “ cuando te mudes llámame así estrenamos la camita”.

Pero no es una invitación concreta a salir. En última instancia, si ella “pica”, aleluya, y si se queja formalmente, fue nada más que un chiste, y la víctima pasa por aburrida o paranoica, una especie de agitadora laboral. Mientras, ellos son los maestros de la holofrase, en la que “te apoyo”, “tirame la goma”, y demás, no dan lugar a malentendido alguno.

¿Las palabras son solo palabras?
Ferdinand de Saussure también se refirió a “las palabras bajo las palabras”, dándole incluso a los elementos sonoros de una composición la capacidad de transmitir un mensaje subyacente más allá del texto tal como lo percibimos. Pero aquí, la barra saussuriana, que separa el significante del significado, no permite espacio a las dudas.

Los significantes se abrochan perfectamente ante el punto de capitón final y se re-significan sin espacio a eufemismos.

¿Cómo revertir esto en una sociedad reprimida, inhibida sexualmente más allá de su discurso libidinoso, provocativo y agresivo? Tipos cuya regresión al narcisismo secundario los lleva a pretender lucirse con las referencias constantes a lo sexual, porque creen que no cuentan con otro oropel para ofrecer, y son el estigma constante de las mujeres.

El problema se agrava cuando este espacio enrarecido es el del trabajo, un lugar vital hoy para quienes tiene la suerte de conservarlo. Y ni hablar de estructuras piramidales y autoritarias como las de fuerzas de seguridad y similares.

El Senado congeló la ley de acoso laboral, …and now what?
Las especialistas en el tema, generalmente abogadas, relacionan jurídicamente el acoso en los trabajos con la “mala fe”, porque en la ley de contrato de trabajo se estipula que el acuerdo entre las partes debe ser presidido por la buena fe laboral. Si un hombre contrata a una mujer para que pase datos a una computadora, él no adquiere el derecho por ese vínculo a someterla a mal trato verbal o físico y en la medida en que el acoso sexual no es aún una figura legal, solo le queda la opción a ella de demandarlo por daños y perjuicios, más allá de exigirle una indemnización, por mala fe del empleador al constituir el contrato laboral.

Pero en un país con un cuarto de la población desocupada, y otro tanto sub-ocupada, ¿quién va a quejarse?

Quienes se interesan en lograr que se le de una figura penal y civil al acoso sexual en las empresas, afirman que según estadísticas que cuentan en su poder, una de cada tres mujeres sufren acoso sexual concreto en su lugar de trabajo, y dos de cada tres acosadas tienen menos de 30 años. También afirman que el acoso sexual no se presenta, como en las películas, de la manera: “si no pasás por mi cama te echo”, sino que se maneja de una forma más sutil, subrepticia o solapada. Pero también incluyen como actitudes cercanas a esa figura, la de esos compañeros de trabajo que escatiman información laboral perjudicando a la compañera que no accede a su requerimiento sexual, o les mandan e-mails pornográficos o calumnian a la mujer si no se satisfacen sus deseos.

El abanico de situaciones alcanza a veces al acoso efectuado por un importante cliente (o sea, alguien externo de la empresa pero cuya queja puede dejar sin su puesto a la acosada) o la persecución sexual de un conyuge o pariente directo del empleador que no es parte de la empresa pero cuya acción también lesiona la libertad laboral de la contratada.

En fin, el tema es amplio y a los hombres no les interesa tratarlo.

Es más, creo que en una revista dirigida por hombres no me publicarían esta columna porque, demos lugar a la chanza, todo directivo debe tener guardado un muerto en el placard.
Si. Hay mucho tedio existencial y así como los mecánicos cuelgan afiches con chicas semidesnudas sosteniendo el rulemán, los machos cabríos necesitan poner en juego sus fantasías en vivo y en directo, sin interrupciones. El drama es que los onanistas que abundan en las organizaciones no comprenden que a veces una mujer puede dejar pasar un chiste zarpado para no generar un incidente que le cueste el sueldo, no porque le haya gustado, y así es como ellos avanzan constantemente aprovechándose del temor ajeno a quedar desocupado o convertirse en alguien conflictivo para sus superiores.

Entiendo que el trabajo es un derecho humano fundamental, que responde a un principio de vida, a un instinto de conservación natural, y al menos dentro de ese ámbito deben respetarse al máximo las cuestiones privadas de las personas. Porque Dios le dijo al Hombre que debía trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente, pero en ningún renglón la Biblia aclara que la mujer tendrá que obtenerlo soportando el acoso o los chistes sugerentes de sus supervisores y colegas de labor. Muchos tipos se burlarán de mi al leer esta nota, pues ellos consideran que las estupideces que les dicen a sus compañeras no son acoso sexual, y que en el fondo ellas lo disfrutan porque son unas histéricas.

A esos hombres les recuerdo que sus esposas y novias también están ahora, en este mismo momento, recibiendo de un fulano, en su puesto de trabajo un piropo denso que contiene seguramente alguna palabra que a ustedes les daría vergüenza decírsela incluso en el momento de mayor intimidad conyugal. Pero no se gasten en preguntarles si es cierto esto, ellas les van a decir que no, para que no se amarguen inútilmente.

Sin embargo, ¿cómo pedirles a ellas que defiendan su lugar y su integridad si hoy hay bares y restaurantes donde las contratan para que circulen como mozas con ropa ajustada o escueta y den besos de bienvenida a los clientes recurrentes?

Cuesta mucho entonces sugerir a las mujeres (mientras el Parlamento mira para otro lado, ya que los políticos varones son los primeros “galanes” del país) que intenten volver al sano cachetazo de campo, si es que aún les importa cierta consideración en el trato (y son capaces de darse cuenta que en la lisonja obscena o en el piropo dicho desde una posición de poder, no hay valorización alguna) para frenar la locuacidad de un confianzudo. Y re-valorizar la palabra respeto, si, respeto, tienen derecho a exigirlo. Una linda palabra: respeto. Ya sé, muchos la van a ir a buscar al diccionario porque no la conocían.

No se rían, si, respeto, alguna vez existió. Pero por alguna razón desapareció, y a nadie le interesa su rescate.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta, cuanta razon hay en estas palabras. Saludo grande.

John Sunday dijo...

Muy buena reflexión, gracias.

Anónimo dijo...

chistes subidos de tono, roces en nuestra parte de atrás porque los pasillos son estrechos, miradas indisimuladas sobre nuestra anatomía la sufrimos a diario forman parte de nuestra turina de trabajo diaria en el INV, sí acá en Mendoza, y eso que el nuevo presidente es del Opus Dei.

Anónimo dijo...

Hola como están, quiero platicarles mi caso, yo trabajaba en un restaurante llamado los manteles cocina tradicional la noria, y en este lugar yo era cocinera, al principio todo estaba bien me sentía cómoda, pero con el paso del tiempo el patrón empezó a exigir sin otorgar remuneración económica quería que trabajara a horas que no me tocaban y hasta quería que fuera a su casa a hacer limpieza de su casa cuando mi puesto es de cocinera y no de limpiar casas, a partir de esto el señor que se llama Sergio Quiroz Corona, empezó a acosarme y fastidiarme la vida en el trabajo ya no podía trabajar tranquila si que esta basura me faltara al respeto rebajando como ser humano, era diario que hacia comparaciones en público de mis apariencia física y mi forma de trabajar, cada semana de pago se me descontaba dinero de mi salario que así ya era poco, y cada vez que reclamaba el supervisor un tal Mario Cortes Tirado no me apoyaba y siempre me decía que su jefe fue quien dijo que se me descontara y sin darme explicaciones de porque también cuando salía de noche es decir en el horario de la noche se me retiro el apoyo de transporte ya que salía a las 11 de la noche, en esa ocasión uno de los dueño un tal Hugo Quiroz Corona quien de la forma mas maricona que puede existir le dijo al supervisor Mario que me dijera que ya no tenía apoyo de transporte de lo cual tampoco me pudieron dar una explicación de por qué, sinceramente tengo miedo de estas personas ya que por comentarios de trabajadores de este lugar me entere que el tal Sergio Quiroz corona y el tal Hugo Quiroz corona son tratantes de blancas y se dedican de forma clandestina a contratar mujeres menores de edad en el restaurante para después prostituirlas, la verdad eso fue lo que sentí en un principio cuando estos señores empezaron a pedirme que fuera a sus casas, realmente ahora voy atanco cabos y me doy cuentas que todo el acoso laboral que me hicieron fue porque no caí en su trampa. Por favor les pido me ayuden a divulgar esto para que no pase mas, esto es real está pasando la ciudad de Puebla no es exenta de estas cosas atrocidades sociales, en Puebla existe gente pederasta, por favor autoridades ayúdenme investiguen esto, no sé realmente si soy la única que se pudo dar cuenta de estas gentes o si ya ha habido chavas que han pasado por lo mismo o si ya han pasado desgracias a manos de estas personas.