martes, 1 de septiembre de 2009

Sometidos a las adorables corderitas

Como si fuera un programa de televisión, esta columna dedicada a las “adorables” pendejas, está dividida en bloques.

Primer Bloque

Es como una Ley de Murphy: “Hombre recién divorciado, si tienes entre 35 y 65 años y eres un cazador inexperto, tarde o temprano serás desaforadamente atraído por la carne de cachorra”.

Las maduritas y veteranas, que están solas y disponibles, sienten un duro golpe en el bajo vientre de su narcisismo y exclaman: “¿por qué siempre se fijan en las jovencitas?”.

Es entonces cuando en charlas de peluquería despellejan al Adán, que lejos de asumir su andropausia de lumbago y espermatosaurios, anda pastoreando en tiernos campos como un adultescente.

Lo bautizan viejo verde, o “acné” porque ataca a las adolescentes, o “Cris Morena” porque hace bailar a las chiquititas y a las casi ángeles.

Lo que esas mujeres que Arjona tanto venera no se preguntan es algo muy obvio desde la perspectiva masculina. Cómo no sentirse atraídos por una “veinte añera” si la arteriosclerosis precoz no hizo que ese varón que peina canas deje de valorar la piel tersa y perfecta de ellas, su humor de intacto cascabel, su risa huracanada que surge a borbotones, su ingenio brillando, su mirada pícara con relámpagos de inocencia, y su loca carrera por vivir… Los ojos de ella son un espejo que nos devuelve un yo-paraíso-perdido.

Mientras la señora condena, la chiquilina pregunta, donde la “mayorcita” es escéptica, la joven luce esperanzada. Cuando la jovata critica con voz gastada, tanguera, la muchacha levanta las persianas para que entre el sol. El ideal de la cincuentona reside en el pasado, el de la chiquilina aturde con sus tambores que redoblan en el horizonte.

Con eso le basta a él, el señor de las cuatro o cinco décadas, para poder soportar a esos nuevos suegros que lo odiarán minuciosamente, si se trata de un galán de largo aliento y no un “winner” que solo buscaba una sola noche de sexo.

Segundo Bloque

Ahora viene la otra pregunta: ¿por qué algunas Cenicientas y Caperucitas prefieren al viejo lobo antes que al querubín Pinocho?

Más allá de que las minas a toda edad son, como diría Unamuno, “más vivas que el hambre”, a las chicas les gusta a veces dejar de hacer el papel de madre de los de su edad y sentirse un poquito hijas de los “muchachos grandes”.

Les encanta por un rato tener al lado a alguien que la tenga clara, que haya vivido, que les enseñe algo. Incluso, que las escuche, las oriente, y les permita descargar esa angustia propia de todo ser viviente ante el sinsentido de la existencia. Porque ellas, las corderitas, están en el kilómetro cero, ese espacio envidiado al cual todos quisiéramos volver absurdamente, con la seguridad neurótica de que la historia puede cambiarse.

Por otro lado, las mujeres que saben lo que quieren y van camino a su meta (profesional), muchas veces no tienen ganas de bancarse todas las pende-actitudes que exhiben los tipos de hasta treinta y tantos. Por eso para ellas un “Don Juan PAMI” es más práctico: tiene la vida armada. Además, los jovatex no les dan tanta bola a los amigos y al fútbol, y a ellas les divierte tener delante un tipo que, cuando ella se saca el soutien, pone cara de estar mirando el derrumbe del Perito Moreno en su conjunto.

Pero esa expresión de niño con chiche nuevo, de explorador azorado ante la fuente de la juventud, es el principio del fin de todo ladrón de cunas. Porque a medida que pasa el tiempo, este encuentro se convierte en una aventura exótica, pasajera, para esa inconsciente cachorra, y en una segunda oportunidad dramáticamente añorada por él.

Y así llega el día en el que Lolita se despierta y reflexiona, “al lado de este veterano jamás podré cumplir mis sueños”, y en menos tiempo en el que suena un disparo, se fuga a un “after office” con los de su edad, se olvida hasta del nombre de su hasta entonces amor atemporal, y no vuelve a su lado nunca, pero nunca, lo que se dice nunca, nunca más.

Tercer Bloque

Ahora bien: ¿las corderitas (léase, “minas” que van entre los veinte y los veintinueve) son solo “peligrosas” para los pendeviejos?

No, también lo son para los de su generación (si el pibe se engancha de veras).

¿Por qué? Porque ellas, que quieren ser escenógrafas en Brodway, productoras de Hollywood, descubrir la vacuna contra la piorrea, convertirse en mediadoras por la paz en Honduras, conducir empresas, tirarse en parapente, bucear en el Mar Negro, y aprender cómo es la terapia de cuencos tibetanos…..también necesitan por momentos sentirse amadas.

¿Qué significa esto? Que no se bancan el histérico que solo quiere salir con ellas una noche bajo el lema “del polvo venimos y hacia el polvo vamos y mañana no te veo más”, …pero tampoco “están preparadas” para casarse, convivir con un chico, sentar cabeza como diría mi abuela.

O sea, que en el fondo necesitan un macho para el “mientras tanto”. Mientras tanto logran la otra meta, por el momento, la principal.

El problema es que algunos hombres, aunque ellas no lo sepan, son seres humanos, se enamoran, (es más, ellos buscaban una mujer para que los ame) y aunque ya no sumen 48 sino apenas 24 pirulos, terminan en la misma fosa común, cuando son ellos los que desenfundan la demanda del compromiso y quieren ponerle la sortija a la muchacha. Entonces, cuando la cosa se pone densa, la Julieta del siglo XXI hace las maletas y huye más rápido que el Correcaminos.

Otras jóvenes, más coherentes en el recorrido sentir-pensar-hacer, lo intuyen, por eso eligen fulanos casados, o separados de historias terribles, o se adosan esos novios execrables, que amargan la vida a toda su familia, la que no entiende que ella está practicando el deporte del “mientras tanto”, tapando el agujero de la bañera existencial con lo que encuentre a mano, aún a sabiendas de que el agua se puede escurrir o al revés, inundarlo todo.

Cuarto Bloque

¿Qué quieren las mujeres? Se preguntaba Herr Profesor, Segismundo Freud. La teoría sospecha que un varón centra todo el goce sexual alrededor del falo. Su goce entonces es "uno". En cambio, el goce de una mujer es doble, dividido, "no todo" fálico. Una parte se localiza alrededor del falo mientras que la otra parte permanece desconcentrada, no representable por el inconciente. Es ese “no saber”, ese “no sé lo que quiero pero lo necesito ya”, es si, lo que de alguna manera llamamos “femineidad”. Hay una falta que nunca cesa de no inscribirse. Esto lo vemos patéticamente representado en el film "Revolutionary Road" (titulada SOLO UN SUEÑO en nuestros pagos). La sinopsis que uno lee del supuesto argumento en las promociones, no narra lo que verdaderamente se despliega en la película, que desde ya les sugiero ver.

¿Qué corno quiere la atormentada April Wheeler ( el personaje de Kate Winslet)? Ella deseaba ser especial, diferente, no como los demás, y no aceptaba ser solo una esposa “feliz” con un matrimonio con un bombón como Di Caprio y dos hijos perfectos, dentro de una hermosa casa de dos plantas con jardín y perro dorado.

Y frente al abismo de su desencanto, mirando fotos antiguas, se le ocurre que la solución es ir a vivir a Paris. ¿Qué significa ese traslado a ciegas a un país lejano y desconocido para ella, solo basado en su manojo de ilusiones? ¿Cuál es su solo un sueño al que se refiere el título?

La novela que sostiene el argumento coloca el drama en los años 50, pero…¿hoy no hay chicas así en todas las ciudades?

¿No son así, acaso, las “narcisas” y peligrosas corderitas?.

Quinto y Último bloque

“No hay nada más común que querer ser extraordinario” rezaba el propio Shakespeare en uno de sus diálogos, hace ya varios siglos.

Por eso, las corderitas que hoy no ven su modelo en la serie Yo Quiero a Lucy ni tampoco en Sex And The City, cuentan igual con una zanahoria a la que seguir, empujadas por la brecha que las empuja. Para ellas la vida es como un viaje en taxi, en el que uno se mete y ya empieza, apenas se sienta, debiendo cuatro pesos.

Pero lo importante a reconocer, queridos hermanos, es que su Mesías ya no somos nosotros los varones.

Su búsqueda, la de ella, es metonímica, su deseo no tiene destino fijo, está animado por una fantasía encriptada, indescifrable, que salta de objeto en objeto, infinitamente ( aunque en cada momento darían la vida por este logro que tanto apetecen conseguir). Del mismo modo que April, en la película, la entrega por no poder ir a Paris.

Por eso las pequeñas corderitas, en pleno desarrollo de su potencialidad, y atravesadas por ese “solo un sueño”, no nos ponen en la cima de sus prioridades, somos apenas su Sancho Panza circunstancial. Y para nosotros, para los tipos que alguna vez las amamos, siempre nos quedan en el recuerdo como un síntoma doloroso del que finalmente sobrevivimos, representadas como diría Sabina, en la imagen de aquellas “mujeres veneno, mujeres imán, mujeres de fuego y helado metal, mujeres consuelo, mujeres fatal”.

Si un amigo me dijera “voy a salir con una pendeja”, igual no lo prevendría en absoluto, ni le recomendaría leer una nota. Porque en síntesis, una peligrosa corderita es como la gripe A, cuando entra en tu vida, te sube la temperatura corporal, te confunde los pensamientos, te mete con ella en la cama por varias noches y días, y en un momento crees que te va a matar, hasta que de golpe se va y te deja los huesos molidos y el alma en la mano,…. pero el corazón vacunado, lo que te garantiza el saber que nunca más te va a enloquecer otra, como a Ulises, con sus perentorios cantos de sirena.

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